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.-Como un estilo.0 un alimento.0 un insecto.0 una serpiente.0 una custodia.0 unbastón.Demasiadas cosas.Pero como también hay signos en la otra mano, podríatratarse igualmente de una copa: la derecha la sostiene con firmeza mientras la izquierdacolabora sin hacer tanta fuerza.Ahora Severino estaba frotando levemente los dedos del muerto, pero el color oscuro nodesaparecía.Observé que se había puesto un par de guantes: probablemente los utilizabapara manipular sustancias venenosas.Olfateaba, pero no olía nada.196Umberto Eco El Nombre de la Rosa-Podría mencionarte muchas sustancias vegetales (e incluso minerales) que dejanhuellas de este tipo.Algunas letales, otras no.A veces los miniaturistas se ensucian losdedos con polvo de oro.-Adelmo era miniaturista ---dijo Guillermo-.Supongo que al ver su cuerpo destrozadono se te ocurrió examinarle los dedos.Pero estos otros podrían haber tocado algo queperteneció a Adelmo.-No sé qué decir --comentó Severino-.Dos muertos, ambos con los dedos negros.¿Quédeduces de ello?-No deduzco nada: nihil sequitur geminis ex particularibus unquam.Sería precisoreducir ambos casos a una regla común.Por ejemplo: existe una sustancia queennegrece los dedos del que la toca.Completé triunfante el silogismo:-Venancio y Berengario tienen los dedos manchados de negro, iergo han tocado esasustancia!-Muy bien, Adso -d.ijo Guillermo---, lástima que tu silogismo no sea válido, porque autsemel aut itermn medium generaliter esto, y en el silogismo que acabas de completar eltérmino medio no resulta nunca general.Signo de que no está bien elegida la premisamayor.No debería decir: todos los que tocan cierta sustancia tienen los dedos negros,pues podrían existir personas que tuviesen los dedos negros sin haber tocado esasustancia.Debería decir: todos aquellos y sólo aquellos que tienen los dedos negros hantocado sin duda determinada sustancia.Venancio, Berengario, etcétera.Con lo quetendríamos un Dar¡¡, o sea un impecable tercer silogismo de primera figura.-¡Entonces tenemos la respuesta! --exclamé entusiasmado.-¡Ay, Adso, qué confianza tienes en los silogismos! Lo único que tenemos es, otra vez,la pregunta.Es decir, hemos supuesto que Venancio y Berengario tocaron lo mismo,hipótesis por demás razonable.Pero una vez que hemos imaginado una sustancia que sedistingue de todas las demás porque produce ese resultado (cosa que aún está por verse),seguimos sin saber en qué consiste, dónde la encontraron y por qué la tocaron.Y,atención, tampoco sabemos si la sustancia que tocaron fue la que los condujo a lamuerte.Supón que un loco quisiera matar a todos los que tocasen polvo de oro.¿Diremos que el que mata es el polvo de oro?Me quedé confundido.Siempre había creído que la lógica era un arma universal, peroentonces descubrí que su validez dependía del modo en que se utilizaba.Por otra parte,al lado de mi maestro había podido descubrir, y con el correr de los días habría de verlocada vez más claro, que la lógica puede ser muy útil si se sabe entrar en ella paradespués salir.Mientras tanto, Severino, que no era un buen lógico, estaba reflexionando sobre la basede su propia experiencia:197Umberto Eco El Nombre de la Rosa-El universo de los venenos es tan variado como variados son los misterios de lanaturaleza -dijo.Señaló una serie de vasos y frascos que ya habíamos tenido ocasión deadmirar, dispuestos en orden, junto a una cantidad de libros, en los anaqueles queestaban adosados a las paredes-.Como ya te he dicho, con muchas de estas hierbas,debidamente preparadas y dosificadas, podrían hacerse bebidas y ungüentos mortales.Ahí tienes: datura stramonium, belladona, cicuta.pueden provocar somnolencia,excitación, o ambas cosas.Administradas con cautela son excelentes medicamentos,pero en dosis excesivas provocan la muerte.-¡Pero ninguna de esas sustancias dejaría signos en los dedos!-Creo que ninguna.Además hay sustancias que sólo son peligrosas cuando se lasingiere, y otras que, por el contrario, actúan a través de la piel.El eléboro blanco puedeprovocar vómitos a la persona que lo coge para arrancarlo de la tierra.La ditaína y elfresnillo, cuando están en flor, embriagan a los jardineros que los tocan, como si éstoshubiesen bebido vino.El -eléboro negro provoca diarreas con sólo tocarlo.Otras plantasproducen palpitaciones en el corazón, otras en la cabeza.Hay otras que dejan sin voz.En cambio, el veneno de la víbora, aplicado sobre la piel, sin que penetre en la sangre,sólo produce una ligera irritación.Pero en cierta ocasión me mostraron una pociónque, aplicada en la parte interna de los muslos de un perro, cerca de los genitales,provoca en breve plazo la muerte del animal, que se debate en atroces convulsionesmientras sus miembros se van poniendo rígidos.-Sabes mucho de venenos -observó Guillermo con un tono que parecía de admiración.Severino lo miró fijo, y sostuvo su mirada durante unos instantes:-Sé lo que debe saber un médico, un herbolario, una persona que cultiva las ciencias dela salud humana.Guillermo se quedó un buen rato pensativo.Después rogó a Severino que abriese laboca del cadáver y observara la lengua.Intrigado, Severino cogió una espátula fina, unode los instrumentos de su arte médica, e hizo lo que le pedían.Lanzó un grito deestupor:-¡La lengua está negra!-De-modo que es así -murmuró Guillermo-.Cogió algo con los dedos y lo tragó.Estoelimina los venenos que has citado primero, los que matan a través de la piel.Sinembargo, no por ello nuestras inducciones se simplifican.Porque ahora debemos pensarque, tanto en su caso como en el de Venancio, se trata de un acto voluntario, no casual,no debido a alguna distracción o imprudencia, ni inducido por Ia fuerza.Amboscogieron algo y se lo llevaron a la boca, conscientes de lo que estaban haciendo.-¿Un alimento? ¿Una bebida?---Quizá.0 quizá.¿Qué sé yo? Un instrumento musical, por ejemplo una flauta.-Absurdo -dijo Severino.198Umberto Eco El Nombre de la Rosa-Sin duda que es absurdo.Pero no debemos descuidar ninguna hipótesis, porextraordinaria que sea.Ahora tratemos de remontarnos a la materia venenosa.Si alguienque conociera los venenos tan bien como tú se hubiese introducido aquí, ¿habría podidovalerse de algunas de estas hierbas para preparar un ungüento mortal capaz de dejar esossignos en los dedos y en la lengua? Un ungüento que pudiera ponerse en una comida, enuna bebida, en una cuchara o algo similar, en algo que la gente se lleve comúnmente ala boca.-Sí -admitió Severino-, pero ¿quién? Además, admitiendo incluso esa hipótesis, ¿cómohabría administrado el veneno a nuestros dos pobres hermanos?Reconozco que tampoco yo lograba imaginarme a Venancio o Berengario dispuestos acomerse o beberse una sustancia misteriosa que alguien les hubiera ofrecido.Pero larareza de la situación no parecía preocupar a Guillermo.-En eso ya pensaremos más tarde -dijo-.Ahora quisiera que tratases de recordar algúnhecho que quizás aún no has traído a tu memoria, no sé, que alguien te haya hechopreguntas sobre tus hierbas, que alguien tenga fácil acceso al hospital.-Un momento.Hace mucho tiempo, hablo de años, lo guardaba en uno de estos estantesuna sustancia muy poderosa, que me había dado un hermano al regresar de un viaje porpaíses remotos.No supo decirme cuáles eran sus componentes.Sin duda, estaba hechacon hierbas, no todas conocidas
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